Carta a un Amor
Si Platón se hubiera detenido en el eco de tu risa, qué distinta hubiera sido su percepción del Bien. Quizás Aristóteles al dejar de observar la manera en que me miras elaboró una teoría acerca de la materia y la forma que concierne tan poco a una realidad de ideas perfectas e inmutables. Si Locke hubiera contemplado el baile de tus manos en el éter despreocupado de tu aliento, o lo que es más hechizante aun, en el mío... habría desistido de su teoría empírica, porque no hay experiencia que conciba el sortilegio de tus dedos recorriendo mi cuerpo. Si los filósofos hubieran sabido apreciar aquella tersura estudiada de tus manos, y los pases mágicos que convierten tus caricias en cascadas perfumadas... todo sería peculiar. Pero no lo hicieron. ¿Por qué ningún filosofo se demoró en tu mueca de tristeza, en las curvas de tu ser perfecto, en tus caricias autoactibables...? Si hubieran escrito de tu dulzura y tu ser que se enciende según medida y se apaga según medida... pero una medida indescifrable para mí, pequeña mortal que gime y espera a la sombra de tu halo transparente. Si hubieran reflexionado sobre tu timidez y tus reclamos... Pero que sabia que es la vida, que perdida entre tus besos ya no dudo de nada y enredada en tu cuerpo ya no puedo enojarme; porque son tus lagrimas mi desconsuelo y tus sonrisas mi alegría. En tus reproches me rebelo... el tiempo que tardas en robarme el aliento... después, ya no más.
Tuya